“Vendrá el Señor”, Misa Dominical

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Conviene recordar que lo que celebramos los cristianos en la Navidad no es, simplemente, que hace dos mil y pico años, nació el Señor en Belén de Judá.  No se trata de un simple recuerdo.  Es una afirmación de fe: Desde aquella noche en la cueva, en el pesebre, hay un «Dios-con-nosotros», hay un Dios que forma parte de nuestra historia, de nuestros caminos, hay un Dios que vive mi vida conmigo, con el que me puedo encontrar a solas, al que siento, con el que dialogo, y que tiene como misión ayudarme a vivir una vida con sentido, que merezca la pena, de la que me pueda sentir orgulloso, en la que consiga ser feliz.

Y cuando la Iglesia nos invita a celebrar este tiempo, nos está queriendo animar a que nos abramos, para renovar aquella venida y nuestra acogida personal al Señor. No necesariamente «vendrá el Señor» precisamente el día 25 de diciembre. El Señor está continuamente viniendo, saliendo a nuestro encuentro, en las mil situaciones de nuestra vida y hay que saber reconocerlo y acogerlo.

Sólo si tenemos la fe, la confianza, la seguridad de que «viene Dios», tendrá sentido que celebremos estas fiestas.  Es el propio Señor el quien llega pidiendo que le ofrezcamos un sitio (mejor) en nuestras vidas. No pide gran cosa: Ya sabes que aquella vez se conformó con una cueva y un pesebre, y será estupendo que esta Navidad sea feliz porque haya renacido algo o alguien en nosotros.

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