A Luis Alfonso Solís Pazmiño

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Por: Álvaro E. Sánchez Solís

El domingo, 19 de noviembre que viene, se cumplen 3 años del fallecimiento de mi abuelito, Luis Alfonso Solís Pazmiño, pero más allá del cariño y el amor que le guardo por haber sido un familiar mío, quiero rendirle un justo homenaje al personaje ambateño, al histórico artesano.

Luis Alfonso nació el 29 de julio del año 1927, cursó sus estudios primarios en la escuela Luis A. Martínez y, cuando se iba a matricular para iniciar sus estudios secundarios en el Colegio Bolívar, su vida dio un giro inesperado: su padre, Bernardo Solís, falleció. Esta trágica circunstancia le obligó a abandonar su sueño de estudiar para ser abogado, como lo había acordado con su padre, y tuvo que trabajar desde muy joven para mantener a sus hermanas y a su madre. Sus primeros trabajos mecánicos los realizó en el taller de don Santiago Salazar, que, posterior a su fallecimiento, pasó a ser de don Jorge Mera. Después de algún tiempo, se ilusionó por trabajar en el ferrocarril, objetivo que alcanzó. Allí, su técnica para la mecánica alcanzó un altísimo nivel, que le ganó una invitación para trabajar en los talleres del ferrocarril en Boston, Estados Unidos.

Después de nueve años en el ferrocarril, dejó ese empleo para iniciar su propio negocio. En 1955, abrió la “Mecánica Solís”, ubicada inicialmente en la Av. 12 de Noviembre y Montalvo, que luego pasaría a la esquina de las avenidas Pichincha y Los Incas, donde se encuentra hasta la actualidad. Gracias a su negocio, Luis Alfonso se convirtió rápidamente en un referente de la ciudad. Esto le permitió acceder a cargos de representación gremial, tanto en la Asociación de Mecánicos 5 de Mayo como en la Cámara Artesanal de Tungurahua. Desde su trinchera gremial, defendió con honestidad y probidad a los artesanos de la provincia.

Por ello, entre varios reconocimientos, se le entregó, por parte del Ministerio del Trabajo, el Diploma y la medalla al Mérito Profesional Artesanal, en 1997. Su vida se constituyó en un legado de trabajo duro y honestidad, que inspiró a sus hijos a continuar con el negocio familiar. Luis Alfonso amó tanto lo que hacía que, en una entrevista para un diario local, dijo: “Si mis hijos, que están involucrados con esta profesión, me dicen que ya no venga, me muero. Por eso, aunque ya no haga trabajos, por lo menos miro que las cosas se hagan con cariño y esmero”.

En el año 2020, pocos meses después de que Luis Alfonso cumplió los 93 años, se contagió de COVID-19, enfermedad que, el 19 de noviembre del mismo año, le arrebató la vida.

Si pudiera definir su vida en dos palabras, éstas serían: “trabajo” y “amor”. Luis Alfonso trabajó y amó mucho, y su legado fue tan profundo que estoy seguro de que todos los que lo conocimos esperamos ser, algún día, como él.

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