Sagrada Familia de Nazaret, Misa Dominical

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A medida que se acercaba el día pautado para la ceremonia de la purificación de la madre y la presentación de Niño recién nacido en el Templo de Jerusalén, la Madre de Dios, aun siendo inmaculada y purísima, y aun sabiendo que su Hijo era Dios, no dudaba en someterse a los requerimientos de la Ley Hebrea.  Y cuando llegó el momento partió la Sagrada Familia hacia Jerusalén.

La Sagrada Familia tenía todo el auxilio del Cielo, pero a pesar de eso, este exilio abrupto era una adversidad.  Imaginemos la incertidumbre en salir apurados en medio de la noche para huir sin ser notados.  La angustia de pensar que el cruel Herodes, con todo el poder de sus soldados, estaba buscando al Niño para matarlo.  Hacer un viaje por el desierto desconocido con frío y pocos bastimentos.  Luego llegar de extranjeros a un sitio desconocido, sin conocer el idioma y las costumbres, todos problemas típicos de cualquier exilado.  A esto se añadía la dificultad de tratar de trabajar allí para mantenerse.

A todas estas incertidumbres se agrega la impresión y el dolor al conocer el terrible crimen cometido por Herodes contra los niños inocentes.  Pensar que por el Hijo de Dios había sucedido este asesinato masivo.  Jesús había venido para salvar al mundo y ya comenzaba a ser signo de contradicción.  Así lo había anunciado el anciano Simeón cuando el Niño fue presentado en el Templo.

La crueldad de Herodes no quedó sin castigo en la tierra.  Dios a veces castiga aquí también, como a veces podemos constatar.  El historiador Flavio Josefo describe con todo detalle la horrible muerte que sufrió poco después de estos terribles hechos.  Acabó consumido por una enfermedad intestinal putrefacta que despedía un hedor insoportable.  Murió unos tres años después del nacimiento de Jesús.

Después de la muerte de este tirano, la Sagrada Familia se estableció en Nazaret posiblemente cuando Jesús tenía unos 3 a 4 años de edad.

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