Cuando Dios escoge… escoge. Misa Dominical

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El Evangelio de hoy es el anuncio de que comienza algo nuevo. Y es nuevo por varias razones. Suena una voz diferente, después de las palabras preparatorias de Juan el Bautista.

El caso es que Israel no había escuchado la voz de Dios, expresada en los profetas. Ni antes ni después del Bautista. Sin embargo, los ninivitas, a pesar de la desgana con que Jonás habla – con menos palabras no se puede decir, y eso después de la espantada y hundimiento del barco en el que escapaba – cambian, se arrepienten y se vuelven a Dios, desde el rey hasta el último de los servidores.

Cuando Dios escoge… escoge.  Eso lo han sabido muchos santos.  Pero nadie lo supo mejor que Jonás, ese interesante y pintoresco personaje del Antiguo Testamento que, según nos cuenta el libro que lleva su nombre, pasó tres días dentro de una ballena.

Sin embargo, de Jonás lo más importante no fue si realmente pasó o no tres días dentro de una ballena, sino que no quería hacer lo que Dios le pedía.  Dios lo escogió para que se convirtiera él y para que -por la escogencia que Dios hizo de él- muchos también se convirtieran.

El Señor escogió a Jonás y a este profeta no le valió de nada escapar en un barco para huir de Dios.  El barco se vio metido dentro de una tormenta.  Jonás es lanzado al agua al conocerse que la causa de la tormenta es la huida de Jonás.  Y luego de ser tragado por una ballena, es lanzado por el animal cerca de las costas de Asia Menor para que de allí fuera a la ciudad de Nínive a predicar lo que el Señor le pedía.  El Señor buscaba que la gran ciudad de Nínive se convirtiera de sus vicios y pecados. 

Jonás predicó lo que el Señor le indicó: “Dentro de cuarenta días Nínive será destruida”.  Sin embargo, sorprendentemente, los habitantes de Nínive se convirtieron y creyeron en Dios, e hicieron penitencia, todos.  Dios, entonces, no destruyó la ciudad.

Lo que le pasó a Jonás puede ser lo que nos pasa a nosotros, a menudo. Muchos se imaginan a Dios como un juez severo, vengador, que castiga a los malos con rayos celestiales y premia a los buenos. Ver que Dios es compasivo, cambia de opinión cuando se arrepienten los habitantes de Nínive no le sentó muy bien al profeta. Se le olvidaba que el Dios de Jesús no es como él quería. Es un Dios que no tiene enemigos, solo hijos extraviados, a los que buscar y atraer con su amor, para que no pequen más y sean santos, o sea, felices.

Y cuando el Señor nos llame, no hay que seguir el ejemplo de Jonás: duro para responder.  Hay que imitar a otros: a Pedro, Andrés, Santiago, Juan…. Ellos, sin pensarlo mucho, dijeron sí enseguida y siguieron al Señor.

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