Las Lecturas del Domingo pasado nos hablaban de nuestra resurrección, haciéndonos reflexionar sobre lo que nos espera después de esta vida terrena. Las Lecturas de hoy continúan esa línea y nos hablan de un tema que interesa, pero que no nos gusta mucho: el Fin de los Tiempos y la Segunda Venida de Cristo.
Las imágenes del Evangelio de hoy tal vez nos resultan un poco incómodas… hasta podrían darnos un poco de miedo. Pero notemos que es el mismo Jesucristo quien nos las presenta, no para asustarnos, sino para alertarnos, para que estemos siempre preparados.
Y la Iglesia, para recordarnos esa preparación tan necesaria, nos presenta estos textos escatológicos en estos domingos con los que concluye el Año Litúrgico, y continúa con ellos en los primeros domingos de Adviento, con los que comienza el nuevo Año Litúrgico.
Sobre nuestra preparación, San Francisco de Sales recomienda que vivamos cada día como si fuera el último día de nuestra vida. Así no tendremos nada que temer cuando nos venga ese día. Y ese día nos puede venir, bien porque morimos, o bien porque vuelve Jesucristo en gloria “para juzgar a vivos y muertos”, tal como rezamos todos los Domingos en el Credo.
Al morir somos juzgados por el bien y el mal que hayamos hecho durante nuestra vida. Es el Juicio Particular. Pero es en el Juicio Final cuando conoceremos plenamente las consecuencias que hayan tenido nuestros actos, buenos o malos.
La Segunda Venida del Señor no tiene que atemorizarnos, sino que más bien debe llenarnos a todos de una gran esperanza. En primer lugar, porque Cristo vendrá a poner las cosas en su lugar. En la vida presente -y sobre todo en nuestro mundo actual- pareciera que el Mal venciera sobre el Bien, pareciera que los que no viven de acuerdo a Dios están más tranquilos… y hasta más felices. ¿Por qué parece que los malos siempre triunfan?, se preguntan muchos.
Pero veamos la Primera Lectura del Profeta Malaquías (Mlq. 3, 19-20): al final a cada uno le tocará lo que haya merecido con su conducta en esta vida. Dice el Profeta: “Ya viene el día del Señor ardiente como un horno”. Para unos ese horno “los consumirá como paja”. Pero para “los que temen al Señor, brillará el Sol de Justicia y les traerá la salvación en sus rayos”. Es decir, el día final para unos será de una manera y para otros será diferente, todo dependiendo de cómo haya sido nuestra vida en la tierra.
En el trozo que hemos leído del Evangelio de San Lucas (Lc. 21, 5-19) se mezclan anuncios del fin del mundo con la caída de Jerusalén y la destrucción del Templo –hechos que ya sucedieron 40 años después de la muerte de Jesucristo.
Los Apóstoles le preguntan cuándo iban a suceder estas cosas. Y el Señor les da algunas señales:
Primero les dice que vendrán muchos usurpando su nombre, diciendo que son el Mesías. “No les hagan caso”, nos dice el Señor. A veces se oye de alguno que se cree el Mesías y que enseña doctrinas falsas y sumamente peligrosas. Por eso el Señor nos advierte que no les hagamos caso.
Se refiere esta advertencia también a todas esas falsas doctrinas que contradicen la Sagrada Escritura y la enseñanza de la Iglesia y que se promueven por todos lados, para tratar de hacernos perder la Fe en la única Verdad, que es Jesucristo.
Por eso tratan de disfrazarse como Mesías y de disfrazar sus enseñanzas como si fueran cristianas. No les hagamos caso, porque tratarán de debilitar nuestro amor por la Verdad, lo cual puede muy bien llevarnos en última instancia a la condenación (cf. 2 Tes. 2, 9-11). Se va debilitando la fe al ir anexando mitos y teorías falsas y heréticas, y terminamos por perderlo todo.
También nos habla el Señor de guerras y revoluciones, pero nos advierte no dejarnos dominar por el pánico. Estas guerras y revoluciones no son aún el fin.
Nos habla de grandes terremotos, epidemias, hambres, y señales prodigiosas y terribles en el cielo.
También habla de persecuciones religiosas; es decir, nos advierte que seremos perseguidos y hasta traicionados por miembros de nuestra propia familia. Y todo esto por el delito de seguirlo a Él.
Pero si nos mantenemos fieles a Él, a sus enseñanzas, a su Voluntad… si nos mantenemos firmes, conseguiremos la Vida Eterna.
Volviendo a lo que nos dice el Profeta Malaquías en la Primera Lectura: la Segunda Venida de Jesucristo será para aquéllos que permanezcamos fieles hasta el final como “la Venida del Sol de Justicia que nos traerá la salvación en sus rayos”.
Señales adicionales que completan el cuadro final aparecen en otros textos de la Sagrada Escritura:
1.) El Evangelio habrá sido predicado en todo el mundo.
2.) La mayor parte de la humanidad habrá perdido la fe y estará imbuida en las cosas del mundo.
3.) La humanidad estará muy parecida a los días de Noé.
4.) Se manifestará el anti-Cristo, que con el poder de Satanás realizará prodigios con los que pretenderá engañar a toda la humanidad.
Otros textos nos hacen saber cómo volverá Jesucristo: primeramente aparecerá en el cielo su señal -la Cruz-; vendrá acompañado de Ángeles y aparecerá con gran poder y gloria. No así el impostor, el anti-Cristo (cf. Hch. 1,11y Mt. 24, 30-31).
El final de este pasaje del Evangelio de San Lucas no aparece en el texto de hoy, pero el Señor completa su discurso así: “Fíjense en la higuera y en los demás árboles. Cuando ustedes ven los primeros brotes, saben que está cerca el verano. Así también cuando vean las señales que les dije, piensen que está cerca el Reino de Dios… Estén alertas para que no les sorprenda este día… Por eso estén vigilando y orando en todo tiempo, para que se les conceda escapar de todo lo que debe suceder”.
Oración y vigilancia es lo que nos pide el Señor. Orar y actuar como si hoy -y todos los días- fueran el último día de nuestra vida terrena.







