Cristo Rey del Universo, Misa Dominical

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Con esta Fiesta de hoy cerramos el Ciclo Litúrgico. El próximo Domingo ya comenzamos un nuevo Año Litúrgico con el Primer Domingo de Adviento, en preparación para la Navidad. Hoy celebramos a Cristo como Rey del Universo.

Las Lecturas de hoy mencionan el Reino de Dios, el Reino de Jesucristo.  En el Evangelio (Lc. 23, 35-43), vemos el bellísimo y conmovedor relato del “buen ladrón”, crucificado al lado del Señor.

Vemos a Dimas mostrar y declarar su fe en que Aquél que está crucificado a su lado es ¡nada menos! que el Rey del Universo, mientras que el delincuente que está del otro lado, piensa y dice todo lo contrario.  Observemos, entonces, cómo las gracias divinas son suficientes para cada uno, pero veamos también cómo las respuestas de los seres humanos pueden ser diametralmente opuestas.

Y Dimas, el “buen ladrón”, reconoce como Dios y como Rey a Cristo.  Pero hay que notar que Dimas no ve un Cristo en la Transfiguración, mostrando su divinidad, ni ve un Cristo Resucitado mostrando su poder infinito, sino que está al lado de un Cristo fracasado, humillado, moribundo, en la misma situación que él.  ¡Qué Fe más grande!  Y esa Fe grande lo lleva al arrepentimiento verdadero, a un “arrepentimiento perfecto”, por el que reconoce sus crímenes.  Y en esa situación se atreve a pedirle, un tanto temeroso: “Señor, cuando llegues a tu Reino, acuérdate de mí”.

Y ese Rey bondadosísimo que es Jesucristo, que nos da mucho más de lo que nosotros sabemos pedirle, le promete a Dimas, el ladrón arrepentido, mucho más de lo que él se atrevió a pedirle, pues Cristo le asegura que no sólo se acordará de él, sino que lo llevará consigo a ese Reino en que él cree.  Y que esto sucederá, no en un futuro lejano, sino que ese mismo día estará con El en su Reino.  ¡Qué grande es la Misericordia Divina con el pecador verdaderamente arrepentido!

Ahora bien, el Reinado de Cristo -que es lo mismo que el Reino de Dios- viene mencionado muchas veces en la Sagrada Escritura.  Y Cristo nos dice que su Reino no es de este mundo.  Pero, sin embargo, su Reino también está en este mundo.  El Reino de Cristo no es de este mundo, pues Jesucristo no vino a establecer un poderío terrenal.  Jesucristo no vino a establecer un poder temporal.

En este sentido, su Reino no es terrenal, sino celestial.  No es humano, sino divino.  No es temporal, sino eterno.

Pero su Reinado está en medio del mundo: está en cada uno de nosotros.  O, mejor dicho: está en cada uno de nosotros cuando Cristo vive en nosotros y nosotros permitimos que ese Rey que es el Señor, reine en nuestro corazón, reine en nuestra alma, reine en nuestra vida.

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