Álvaro Uribe, el más importante presidente colombiano de los últimos 50 años, fue condenado por una juez politizada a 144 meses de prisión domiciliaria, esto es, más de 10 años, por un supuesto delito de fraude en un procedimiento judicial tipificado como “soborno en actuación penal en concurso homogéneo en concurso heterogéneo con fraude procesal en concurso homogéneo”, un auténtico galimatías penal para los no iniciados en derecho criminal. En medio del revuelo político por semejante fallo, Uribe no sólo apeló ante un juez superior sino que dedujo una acción de tutela ante un juez constitucional para que no se cumpla la orden de prisión. La apelación se resolverá después de algunos meses. La tutela, en cambio, se resolvió inmediatamente, a favor de Uribe, quien pudo abandonar su hacienda para continuar con la campaña presidencial.
En la sentencia de tutela se cuestiona que la juez, que sentenció a Uribe, le haya impuesto la prisión domiciliaria por el peligro de fuga y, en definitiva, por tratarse de un personaje público, al que era necesario humillar, sin que exista sentencia condenatoria en firme. Uribe no sólo había comparecido puntualmente al proceso a lo largo de siete años sino que había informado cada vez que viajaba al extranjero. El escollo jurídico que tuvo que salvar fue el de la subsidiariedad de la acción de tutela, después de haber presentado el recurso de apelación.
Más allá de la implacable persecución política y judicial a Uribe, está el hecho que a un mandatario honesto, que pacificó el país con el acorralamiento de la narco guerrilla, sus enemigos lo hayan cazado, a medias, a los quince años de haber abandonado el poder. Quien ha estado en posiciones de alto mando político no puede bajar la guardia cuando deja el cargo. Los enemigos no olvidan y están animados por la obsesión de manchar y enterrar cualquier legado. Uribe tiene la fortaleza de su popularidad y del respaldo de una estructura política, el partido que fundó, en el que existen, al menos, cinco candidatos presidenciales con opciones de derrotar a Petro. Para conservar ese apoyo y ser influyente en la nación está obligado a sudar en la arena política y electoral hasta sus últimos días.







