Jesucristo es el médico que nos ha dado la sangre como medicina

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Dice el refrán popular que “la mona, aunque se vista de seda, mona se queda” Redes sociales, marketing de alto nivel, influencia…todo cabalga a ritmo de perfectísimo, bellísimo. En esta sociedad nuestra secuestrada por la imagen, la puesta en escena nos viene como anillo al dedo la máxima citada. No se deja cabida a la fealdad, a lo corriente y moliente.

¿Será éste un planteamiento agorero en plena cincuentena pascual? ¡Nada más lejos de quien suscribe esta reflexión! Sí, un intento de llamada a la verdad, que no es otra que aceptar que somos barro.

Condición creatural es lo nuestro, premisa imperecedera en el devenir del ser humano, siempre en camino, dejándose hacer, lo que implica luces y sombras. El texto joánico ilumina cual candela nuestra realidad pecadora, que no es otra que prescindir de Dios para erigirnos en Dios.

Jesús de Nazaret nos ofrece camino alternativo, todo él grabado por el alivio y luz para el alma. Cuidado con confundir este consuelo con la erradicación de los problemas a cualquier precio, quizá buscando hadas madrinas con varita mágica. No pasa de ser espejismo y como tal no soluciona las contrariedades, tal vez las ceba y enquista.

Jesucristo es el puente entre el Padre y nosotros, entre el cielo y la tierra, el que nos posibilita no ahogarnos en el mar tempestuoso de la vida presente. De nuestra orilla está el reconocer y por ello consentir a la verdad.

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