El Niño y la Garza

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Por: Martin Sevilla Holguín

Hayao Miyazaki es un director y animador japonés, reconocido a nivel mundial por su impresionante legado cinematográfico junto a su estudio de animación “Ghibli”. Su trayectoria es impecable, habiendo producido una serie de aclamadas películas animadas como “El viaje de Chihiro”, “La Princesa Mononoke” y su más reciente trabajo: “El niño y la Garza”. Esta última ha sonado mucho en esta temporada de premios, obteniendo varias nominaciones, incluido el Oscar a mejor película animada. Tuve la oportunidad de verla hace poco y no me sorprende para nada la reacción que está causando. En mi opinión, “El niño y la Garza” es el perfecto ejemplo de cómo una película animada, que tradicionalmente se relaciona a un público infantil, trasciende y aprovecha su formato para contar una historia profunda, compleja y muy adulta.

El protagonista de la cinta es Mahito, un niño que recientemente perdió a su madre y se muda junto a su padre y su nueva esposa a una vieja casa familiar en el campo. Tras enterarse de que va a tener un medio hermano, su vida se empieza a llenar de sueños y personajes extraños que avivan el triste recuerdo de su madre. La casa, que tiene cerca una misteriosa torre prohibida, tiene un aura mística que absorbe por completo la atención del niño. En el centro de toda esa rareza, incitándolo a seguirlo y dar el siguiente paso hacia la aventura, está el misterioso personaje de la Garza. Así empieza el épico viaje de Mahito, por un reino oculto donde lo real se vuelve abstracto y el tiempo deja de tener sentido. Es aquí donde Mahito deberá aliarse con su propio pasado y encontrar la forma de rescatar un futuro en desbalance.

Me encantó conocer luego que la cinta es semi biográfica, incluyendo detalles personales de la vida de Miyazaki, como la muerte de su propia madre. Se siente muy personal y sin duda retrata perfectamente esa etapa de crecimiento cuando dejamos de ser niños y somos más conscientes de la realidad de otras personas, la crueldad de la naturaleza y la importancia de hacer amigos. Finalmente, es una película sobre afrontar nuestro pasado, aprender de él y saber cuándo dejarlo ir, contada de forma magistral y llena de los fascinantes detalles mágicos que tanto caracterizan el cine japonés. 

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