Por: Luis Fernando Torres
Antes que falleciera el papa Francisco, el novelista español Javier Cercas fue invitado por el Vaticano para que escribiera sobre el viaje de Francisco a Mongolia. Lo hizo en la obra titulada “El loco de Dios en el fin del mundo”, luego de preguntarse, en su condición de ateo y crítico de la Iglesia, si debía hacerlo. Y lo hizo, entre otras razones, porque se trataba de una oportunidad única para penetrar en los secretos y los misterios de la Iglesia y, sobre todo, porque tenía la posibilidad de preguntarle al papa acerca de la resurrección y de la vida eterna, animado por las inquietudes existenciales y religiosas de su devota madre.

Llamó a Francisco El loco de Dios dado que así solía identificarse a Francisco de Asís, el santo de la misericordia, a quien se encomendó el fallecido papa cuando fue elegido en el cónclave. Y él, el escritor, decidió llamarse El loco sin Dios, guiado por los reparos de Nietzsche especialmente a los cristianos, antes que al mismo Cristo. Lo del fin del mundo habla por sí solo dada la ubicación geográfica de Mongolia, entre China y Rusia, con tan sólo 60.000 cristianos y 3.500 católicos, en medio de millones de budistas y seguidores del chamanismo.
Las entrevistas de Cercas con teólogos y ministros del Vaticano ofrecen penetrantes diálogos sobre la fe y la razón y, curiosamente, acerca de la función de la buena literatura para el crecimiento de la fe. El propio papa, acompañado del teólogo Spadaro, director de la principal revista vaticana, era un convencido que la literatura de Borges y de otros gigantes latinoamericanos preparaba el alma para el acercamiento a Dios.
La Iglesia ya tiene un nuevo Papa, León XIV, al parecer, con parecido talante que Francisco. Por ello, saber más del argentino Bergoglio podría ser útil para anticipar los caminos que recorrerá Prevost Martínez, más latinoamericano que estadounidense.