Aranceles, precios y amenazas

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Por: Luis Fernando Torres

Un día sí y otro día no, es decir, completa incertidumbre para Canadá y México frente a los aranceles del 25% anunciados por Trump a los productos procedentes de esos dos países, con los cuales Estados Unidos tiene un Acuerdo de Libre Comercio. Por lo pronto, está en suspenso temporalmente el aumento de los aranceles. Con China el grado de incertidumbre es menor, dado que ya entró en vigor el arancel del 10%, aunque falta por verse si establece un arancel del 25%. En su primera presidencia sólo impuso aranceles al acero y al aluminio chinos.

Trump no es todopoderoso en materia arancelaria. La Constitución reserva el comercio internacional y, consecuentemente, la política arancelaria, al Congreso. Una ley antigua de 1930 abrió la puerta a los presidentes para que incursionen en el campo arancelario, mediante la restricción de importaciones con la subsecuente imposición de aranceles, en el caso de un largo y serio déficit de la balanza de pagos, de daños a la producción estadounidense y prácticas discriminatorias. En 1977, una ley de poderes de emergencia estableció que el Presidente podía establecer aranceles, con autorización del Congreso, siempre que haya declarado la emergencia la nacional. 

El ingreso de poderosas drogas por las fronteras de Canadá y México ha sido la excusa de Trump para los aranceles del 25%, por el momento en suspenso. Podría esa justificación considerarse suficiente para la presencia de una emergencia nacional. En el caso de China, las prácticas discriminatorias están en el corazón de la reciente alza arancelaria. 

Las consecuencias gravosas tanto para Estados Unidos como para los países objeto de imposición de aranceles a sus productos, deben ser debidamente apreciadas. Los gigantes de la industria automotriz estadounidense habrían logrado la suspensión de las tarifas a los productos mexicanos y canadienses, por el hecho que los costos de fabricar vehículos en Estados Unidos subirían significativamente, con precios finales superiores al 30%. Un vehículo que, actualmente, cuesta 20.000 USD costaría 30.000 USD. La industria estadounidense importa partes y piezas de México y Canadá. Si bien estas dos economías serían ahogadas por los aranceles altos, dado que venderían menos a Estados Unidos, los consumidores estadounidenses serían seriamente lesionados en sus bolsillos. Y si México y Canadá establecen represalias, con tarifas altas a los productos estadounidenses, los consumidores de estos dos países también resultarían doblemente golpeados. 

Ecuador no tiene un Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos, que sí lo tienen nuestros vecinos Colombia y Perú. La ceguera de quienes gobernaron entre el 2007 y el 2017 impidió que los ecuatorianos gozáramos de parecidos beneficios que los colombianos y peruanos. Un sistema de preferencias ha permitido, en todo caso, que algunos de nuestros productos ingresen al mercado de Estados Unidos con bajos aranceles. Tenemos, afortunadamente, un TLC con la Unión Europea, China y, prácticamente, Canadá, además de acuerdos con países de menor tamaño y estructuras supranacionales como la Comunidad Andina.

Por ahora, estamos lejos de las amenazas arancelarias de Trump.

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